Sempre hi ha un lloc on amagar-te, un petit racó on pots ser tu mateix sense que et vigilin ulls inquisidors. Aquest és el meu petit amagatall privat

sábado, 27 de agosto de 2011

Mar rojo


A estas horas la playa está llena de familias enteras, las madres corren detrás de sus hijos con su tupper en la mano para darles la merienda ante su resistencia y sus correteos por la arena, mientras los padres se convierten en chiquillos de cuerpo gigante que juegan a las palas o al fútbol. Me alejo de ellos lo máximo que puedo porqué no me dejan concentrar y su ruido se amontona con la ametralladora que dispara en mi cabeza pensamientos atronadores. Tiendo mi toalla naranja cerca de las rocas, me despojo de la ropa, tan sólo con mi bikini negro, mientras una adolescentes árabes se hacen fotos subidas a la rocas, totalmente vestidas y con su chador en la cabeza posan con gracia ante la cámara sonriendo sin parar. Sus risas y el tono con el que hablan me hacen pensar que son felices en su tarde veraniega, mejor para ellas me digo para mis adentros.

El sol abrasa mi piel blanca, imagino que el astro piensa cocinarme como si fuera un pollo asado y lo vislumbro riéndose con picardía, desde arriba, con las travesuras en forma de rojeces que va a dejar en mi blanca piel. En un intento de ser más lista que el sol entró en el agua poco a poco, deseo experimentar el escalofrío que recorre mi cuerpo entero cuando entro en contacto con el agua del mar. La sensación de frío a mediados de agosto me atrapa y me angustia a partes iguales, recuerdo la voz de mi madre y cuento las horas que haces desde la última comida. Segura de que no hay peligro de indigestión me sumerjo y nado febrilmente para restaurar el calor corporal, nado hasta el lado opuesto dónde las chicas se hacen fotos aún nado bien y con amplias brazadas avanzo hasta donde no encuentre bañístas y las voces se hacen más débiles. Aún veo con claridad mi toalla naranja al lado de las rocas pero en ese momento me giro y veo como una parte del agua es color rojizo exactamente como el cielo al atardecer como si lo hubiesen proyectado con un espejo. Me acerco nadando y me sorprendo porqué el agua es dulce, calmada, es como si de pronto estuviese en una piscina. Me siento mejor, fuerte, relajada como rejuvenecida por los tentáculos de la vida de esa bañera rojiza con color a regaliz de tarde de domingo. Nado de espalada mirando al sol, en esa piscina privada que he encontrado en medio del agua y nada me preocupa es como si cada vez mi peso disminuyera, ligera como nunca me he sentido antes siento que mi piel se dilata por cada poro, puede sentir millones de ellos expandirse y el agua me invade de afuera hacia dentro. Ojalá esta hubiese sido la sensación cuando la enfermera me daba las inyecciones de penicilina en el culo de pequeña. No siento dolor alguno, es algo indescriptible porqué nunca antes lo experimenté. ¿Estaré alucinando? Quizás la poca agua que me he tragado tiene efectos alucinógenos y simplemente deliro en medio del mar. En este momento noto mi cuerpo especialmente blando y empiezo a convulsionar: una, dos, tres veces.. pierdo la cuenta. Ahora soy efervescente. Veo como mi cuerpo se empieza a convertir en pequeñas burbujas que se deshacen, no doy crédito a lo que me pasa, soy una jodida aspirina que se descompone en pequeñas burbujitas de color rojo, será la sangre me digo, y se convierten en más agua roja. Todo sigue así durante muchos minutos hasta que mi cuerpo ya se ha diluido por completo y mi bikini negro lo arrastra la corriente. Creo que ya sólo queda parte de mi cabeza y lo más inaudito es que mantengo la consciencia intacta, veo mi cabellera sumergirse en las profundidades del mar y estoy casi segura que se convertirá en algas marinas. Sé que ya no tengo visión humana pero sigo pudiendo ver todo, sigo consciente, estoy tan sorprendida que no reacciono. Miro hacía la playa y veo una niña que escapa de los gritos de su madre y recoge mi bikini negro, la madre le grita que lo suelte ya porqué vete a saber de quién es eso. La parte humana que aún conservo se ofende enormemente recordando sin emoción lo caro que era y miro un poco más allá. La toalla naranja. Sigue tendida, esperaré a ver quién se la lleva, las chicas árabes ya se han ido y ya no oigo sus risas. Todo esto no debería importarme ahora ya no soy más que una minúscula parte del mar.  

2 comentarios:

  1. Una pena que ningú t'avisés de la teva solubilitat en aigua salada. De tota menera estic segur que en alguna platja més o menys llunyana, un dia emergirà de les ones una criatura sospitosament semblant a tú.

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  2. Gràcies pel comentari. Espero que la meva solubilitat em serveixi per noves aventure futures

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